¿Quién puede decir que no tiene ninguna manía o ritual, un modo de hacer, o una conducta repetitiva que nos aporta la seguridad de lo conocido? Algunos de ellos son herencias de nuestros mayores, otros asociaciones más o menos azarosas...Quizá, pasadas por el tamiz de nuestra mente, dejasen de tener sentido, qué piensas ¿Continuaríamos con ellas?
Este es un relato corto sobre el tema. Eugenio tiene una vida muy segura, pero a veces viene bien un revulsivo, algo inesperado que rompa. Tal vez genere nuevos hábitos, o con suerte, una apertura a la aventura.
Eugenio es como todos, gusta de la seguridad, pero hay ciertos planos de su vida en los que no le cuesta aventurarse. Una buena mañana, entra un huracán en su vida para ponerlo todo del revés.
Eugenio
sale de su casa a las siete treinta y cinco en punto; cierra las dos llaves,
baja el primer escalón y se vuelve a comprobar. Llega hasta el coche, conduce
hasta el trabajo, se apea y lo cierra. Vuelve a comprobar. El gabinete está a unos
pocos metros, pasado los jardines. A medio camino, se encuentra con Rita, de
Admisión, que mientras le pregunta por la familia, desvía la mirada al cuello
de su compañero y, con delicadeza, le extrae hacia afuera el pico de la camisa
que ha quedado bajo el jersey.
—Perfecto.
Ya te puedes marchar —sonríe y le da un toquecito sobre la ropa.
Entra
a la empresa. Avanza por el largo pasillo de mamparas de plástico. Su cubículo
se encuentra en segunda fila, en la pared de la ventana, que para eso es de los
veteranos. Cuelga la chaqueta en el perchero y se dirige a la estantería.
Allí
terminan los rituales y empieza la magia. Su creatividad vuela de un archivador
a otro, se desliza a través del cable del teléfono hasta el teniente de alcalde
y la trabajadora social y de ahí hasta el Registro de la Propiedad…todo para
que el pleito de su cliente llegue a buen puerto.
Entre
maniobra y maniobra, reorienta la foto de su madre que descansa en la
estantería de la mesa —Así, para que refleje la luz de la ventana e ilumine un
poco más.
En
el despacho de al lado, oye caer los archivadores en forma brusca, y a su
compañera Carla en una llamada, ya a viva voz, ya susurrando. Escucha como
explota una pompa de chicle y, también, soltar los tacones. Pero en su espacio,
todo está en orden.
Es
la hora del desayuno. Se coloca de nuevo la chaqueta, baja en el ascensor y
sale en dirección a la terraza del bar que está junto a los jardines.
¡Estupendo! Su mesa aún está libre. Se sienta y espera al camarero.
Por
el camino se acercan Carla y a Teo. Desde donde está, puede identificar sus
voces. Ríen sonoramente. Carla se
tropieza con el aspersor, se moja, resbala…La mesa de Eugenio para el golpe y
se desplaza.
—Perdona,
Geni.
—Por
poco.
—Casi
—contesta ella riendo —Está todo ocupado ¿no? ¿Te importa que nos sentemos
contigo?
—No,
claro, podéis sentaros.
Hablan
los tres del nuevo jefe, de un posible traslado, de un viejo pleito, de
legislaciones por salir…Pasa el camarero con un croissant.
—Tiene un aspecto increíble. Casi estoy por pasarme de la tostada a la bollería —bromea Eugenio, lanzando una mirada de complicidad que los otros secundan. Carla y Teo alzan la mano a la vez para que se acerquen a tomar nota.
—¿Qué van a tomar los señores?
—Ponga tres croissants de ésos. Esto
hay que probarlo —responde Carla despreocupada.
—No es necesario, de veras, he
desayunado —insiste Eugenio. Pero es inútil. La orden ya está en marcha.
—El sábado os venís al teatro que
estrenamos una obra y después tú invitas al café ¿Te parece?
Carla es todo
lo contrario a él. Es despistada, vive al día, no parece molestarle el
desorden, a eso se añade un atractivo cariz aventurero que Eugenio admira, pero
no querría para sí. No se atreve a contradecirla pues la deuda le incomoda y necesita
saldarla cuanto antes.
—Tendré que
faltar a paddle —piensa para sí y suspira con resignación.
Ese sábado va
al teatro. Al siguiente acompaña a Carla y a Teo a un concierto. No está nada
mal ese grupo. Y al otro, va con Teo a un senderismo por la Ruta de los Molinos.
Tiene la sensación de que en su vida ha entrado un torbellino a ponerlo todo
del revés ¡Pero está disfrutando, caramba!
Mientras, en
su despacho, todo sigue en orden aparente y sin embargo, algo ha cambiado.
Eugenio anda tarareando canciones del nuevo grupo, tamborilea con los dedos en
la mesa y hasta apila un par de archivos sobre ella. Levanta la vista y
recoloca el cristal de la fotografía para que refleje la luz de la ventana. Al
llegar a casa, se vuelve a comprobar que el coche está cerrado.
Está inconscientemente "pillado" Eugenio por Carla o es simplemente un efecto de socialización por la pareja? Me inclino más por lo primero, pero quién debe ser Teo¿?
ResponderEliminarMe encanta. Y me gusta mucho que be lo leas. Mil gracias
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