Hoy me encontré
con una amiga a la que hacía tiempo que no veía. La recordaba en su juventud,
cuando la vida era un signo de interrogación para ella, un hermoso interrogante
y la hallé madre de dos preciosos gemelos. Me dio tanta alegría volver a verla…
Ni recuerdo qué
pensé a continuación, pero la sonrisa se quedó impresa; a lo mejor me olvidé de
que la llevaba. Y he aquí, que aquel instante se dirigió a mí directamente. Un
hombre venía de frente. Un extranjero
cargado con pesadas bolsas, en las que posiblemente guardaba toda su
vida. Con seguridad, le quedaba un día duro por delante. Me miró y me comentó
—Si todo el mundo llevase esa sonrisa, seríamos más felices —verdad que sienta
bien— le contesté —. Pues me llevo esa sonrisa conmigo para que me acompañe
todo el día. —me dijo en su español con acento y siguió caminando hacia delante
sin borrar la suya de la cara.
Un momento, nada más, algo hecho sin intención, dio un instante de paz a alguien y se reflejó en mí misma. No se trata de una visión romántica de la dificultad, sino de una opción de vida, la que aquel hombre tomó, aún sin seguridad bajo los pies.
Me ha encantado, me parece una opción de vida maravillosa. Yo la comparto contigo.
ResponderEliminarComo dice la canción “Hay sonrisas que te salvan, abrazos que arreglan tu mundo”.
ResponderEliminarMe alegra que así sea, ojalá la compartan muchas personas
ResponderEliminarMe ha encantado tu historia, un episodio fugaz, pero que queda impreso.
ResponderEliminarQué relato tan esperanzador. Cómo puede alguien con un gesto innato, y sin ser consciente, cambiar el ánimo, el color gris de la rutina, de los problemas, por uno más vivaz que te envuelva en el optimismo y contagie pequeños trazos de felicidad. Un mensaje ilusionante dentro de una voz que, de nuevo, hechiza. Qué más se puede pedir, querida amiga, Auxi.
Un abrazo.