Miles de universos fantásticos aparecen en lo que dura un pestañeo; tras un espejo, bajo el agua, o a través de una lente. Mundos que nuestra mente crea a su antojo, viajes sin pasaje de ida y vuelta... sin más equipaje que lo que somos capaces de imaginar.
Otra vez, un dibujo de mi amiga, la pintora Isa Mantero, ha servido de hilo conductor a un nuevo cuento. Te propongo ahora un breve viaje a algún lugar de tu fantasía.
«El
encuadre es absolutamente precioso, la forma en que incide la luz en el agua, y
las coloridas casas de los pescadores... Sin duda ha sido buena idea viajar
hasta aquí. Mejor tomo la fotografía desde este ángulo». Giro el objetivo y, justo
en el momento en que disparo, una mano toca mi hombro.
—Oiga,
señor, te vendo una conchita gratis —. Una niña me está mirando con sus grandes
ojos. Entre las manos, lleva una caja de cartón y dentro, unas cuantas conchas
recogidas de la playa —. ¿Estás haciendo una foto?
—Esto
no es una cámara —. Decido iniciar el juego.
—¿Qué
es?
—Es
una puerta a un lugar mágico ¿Quieres mirar? —. Ella, inocente, me devuelve un
gesto afirmativo y se asoma.
—¡Wow!
Es alucinante ¿Yo puedo entrar ahí?
—Claro,
solo tienes que darle aquí, a este pulsador. Te mostraré cómo.
Miro
a través de la pantalla digital de la cámara y simplemente, no puedo creer lo
que veo. Lo que estoy contemplando es una perspectiva en blanco y negro del
mismo lugar en donde me hallo de pie. No es que se le haya ido el color ¡es que
son trazos! Observo mis manos, las muevo…
No hay duda, se trata de un dibujo animado. Estoy dentro. Me pregunto cómo es posible.
—
¿Hay alguien aquí? —nadie me contesta.
Miro
a mi alrededor y se me antoja sacado de uno de los comics que leía de pequeño.
Entonces, delante de mí, advierto una masa oscura, un borrón que se va
transfigurando en una silueta. Es una joven de melena larga y porte enérgico
que, embutida en unos Jeans, me lanza una mirada de angustia. Sólo pronuncia
una palabra:
—¡Corre!
Otras
figuras comienzan a tomar forma, hombres, mujeres, niños, todos con la misma
inquietud en el rostro. Vienen en tromba hacia mí. Instintivamente, levanto las
manos a modo de parapeto. Uno de ellos, me toma por los hombros y me dirige
hacia el lado contrario.
—¡Corra,
hombre de Dios, que ya está aquí!
Intuyo
el peligro, se me acelera el corazón; me rindo al momento; doy las zancadas que
mis piernas me permiten, entre una masa de gente que huye hacia el agua. Nos introducimos
más o menos hasta la cintura; quedamos quietos como esculturas en medio de las
olas que se empeñan en demostrar que no somos rocas.
—¿Por qué nos quedamos aquí?
—Porque
así no puede olfatearnos
—¿Quién?
—El
Calambo, un monstruo.
—Pero
nos verá —. Sonrío con ironía y él me devuelve la misma expresión.
—No
tiene ojos —me susurra.
Es
cuando paso de la incredulidad al pavor. Me quedo mudo al verlo aparecer tras
las casas de los pescadores. Se mueve como un felino de dimensiones inauditas.
Su negro pelaje brilla al sol. Efectivamente, no distingo sus ojos, pero sí
unos largos y finos bigotes que terminan en pequeñas voluptuosidades que, puedo
imaginar, son sensores olfativos. Se queda parado, huele el aire, mueve la
cabeza en distintas direcciones…Sus orejas, pequeñas y curvadas, giran también
como un perfecto radar.
Cada
uno de nosotros lleva el miedo incrustado en cada fibra del cuerpo. Uno de los
niños del grupo, hace ademán de llorar y todos nos encogemos, menos el hombre
que me habló momentos antes, que se gira con sigilo hacia el pequeño y le
coloca el dedo sobre los labios —shhhh”. — La madre, lo vuelve hacia sí
y lo abraza. El niño se traga las lágrimas a la par que los demás suspiramos.
La bestia avanza palpando el
terreno, fiero y delicado a la vez. Siento el sudor resbalando por mi frente
mientras los pies se me congelan bajo el agua. A pesar de todo, es un animal
tan hermoso que mis manos actúan por su cuenta. Noto la adrenalina; levanto la
cámara, enfoco y disparo. Al simple “click” sigue un rugido que nos hace
tambalear.
—¡Nos
ha descubierto, salid del agua! ¿En qué pensabas, extranjero? Nos has puesto en
peligro ¡sigue corriendo! ¡hacia el bosque, id hacia el bosque!
A unos metros de la playa, se divisa
una zona de vegetación; nos dirigimos allí tropezándonos, cayendo… ¡Arriba! ¡corre
de nuevo! —te ordenas a ti mismo.
Tal
como nos internamos, la gente sube a los árboles más altos y se pierden con
facilidad entre el follaje. Seguramente no es la primera vez. Ayudo a subir al último de los niños; los adultos
lo agarran en volandas tal como lo alzo. Es curiosa la mente que aún en medio del
peligro, se apega a un pequeño detalle. En ese instante, reparo en un tatuaje,
una estrella, que todos, incluido el pequeño, llevan en la parte interior de la
muñeca. Ahora me extienden a mí los brazos, pero ya es tarde. Siento su aliento
en mi cuello y su respiración acelerada. Aún tengo tiempo de pensar en la justicia
natural; me lo merezco por mi torpeza, pero no quiero morir aquí. Me vuelvo lentamente para toparme con unas
fauces de color rojo oscuro que se abren húmedas ante mi rostro.
—Deja
al señor ¡vamos!
La
chiquilla de los ojos grandes continúa mirándome y un chucho está lamiendo el
objetivo de mi cámara, aún en posición de disparo.
—Adiós
señor —. La niña agita su mano en el aire. La sigo con la mirada sin entender
qué ha pasado. Da unos pasos y se gira —. Se me olvidaba, aquí tiene su
conchita —. Y al alargar la mano, la veo; lleva la misma estrella que vi en la
muñeca de aquellos que huían del calambo. Juraría que en su sonrisa infantil ha
cambiado…
—Calambo
¿Qué haces? Ven aquí, deja al hombre.
Luego ella y su perro desaparecen entre las casas y yo me quedo allí pasmado. Puede que haya sido mi cerebro que necesitaba su aporte diario de adrenalina y no quiera tomarse las vacaciones que, evidentemente, necesito. O es posible que, cuando la agencia de viajes me vendió “una isla con encanto”, la expresión fuese más literal de lo que yo pensaba…O tal vez…« ¡Mira qué gaviota en ese cielo azul, es una maravilla! —disparo y el instante queda congelado en el tiempo».
Ilustración: Isa Mantero
Música: The Encounter by Scott Buckley Under the Creative Commons ‘Attribution 4.0 International’ (CC BY 4.0) License.
Una historia preciosa, enhorabuena
ResponderEliminar