26 de junio de 2017
Fuego, prendido
por la inconsciencia, por maldad, por casualidad…INCONSCIENCIA en cualquier caso.
Al inconsciente:
Aguanta la respiración, deja que tu
garganta se seque y se empañen tus ojos. Ciérralos solo un momento, porque
cuando los abras, la tierra por donde anduviste, el lugar donde acampaste, la bella costa que contemplas, habrán
desaparecido. Amanecerá en Doñana, y
donde antes hubo pájaros, hoy habrá silencio porque no hay ramas que los
protejan, donde hubo verde, hoy se extiende el gris y el negro, y la orilla
del mar acuna las cenizas del explendor de antes de ayer.
Siente la gota que humedece tu garganta,
debes saber que es una gota muy disputada, porque al planeta apenas le queda
agua para llorar el daño hecho, que esa
gota es también la lágrima de quienes abandonan su casa envuelta en llamas, de
quienes lo pierden todo, incluída la vida, a veces en salvar otra, a veces en
la suya propia, por una INCONSCIENCIA.
No seas la mano ejecutora, inconsciente, piensa que Tú respiras por los
pulmones de la Tierra, y cuando ella deje de respirar, tú también lo harás.
Inconsciente, recibe el aire, llénate de
trinos, de ciervos, de árboles, de vida, coge tu casualidad y devuélvela al
lugar de donde vino. Si está en tu mano, resuelve para que continúe la vida.
Te lo pide quien mira impotente buscando
lo que ya no tendremos en mucho tiempo.
María Auxiliadora Martínez Ruiz
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